Obra de Louis Pauwels (1920-1997) y Jacques Bergier (1912-1978) publicada en 1960. La editorial Plaza & Janés la publicó en 1961 con traducción de J. Ferrer Aleu.
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El libro "El retorno de los brujos" de Louis Pauwels y Jacques Bergier se presenta como el resumen de cinco años de investigación en las fronteras de la ciencia y la tradición, proponiendo un "realismo fantástico" que descubre lo maravilloso en el corazón mismo de la realidad. Louis Pauwels relata su evolución personal, marcada por la influencia de su padre, un obrero sastre y socialista romántico que creía en la "naturaleza creadora" y amaba el mundo a pesar de su dolor. Inicialmente, Pauwels se había refugiado en el hinduismo y rechazaba la "edad negra" moderna, pero tras la muerte de su padre, se dedicó a conciliar su afición por la vida interior con el amor al mundo en movimiento. Este cambio de perspectiva lo llevó a percibir lo "maravilloso" en el mundo moderno y a la convicción de que las ciencias de vanguardia (física, biología, matemáticas) están dialogando con las visiones ancestrales del esoterismo.
El punto de partida de esta tesis es el colapso del positivismo del siglo XIX, una época que se percibía como digna de respeto pero se había autoimpuesto límites a la realidad y a la invención. Figuras de aquel siglo creían que ya no quedaba nada por inventar y que el universo estaba "terminado". Sin embargo, el siglo XX rompió violentamente estas barreras, no con un simple progreso, sino con una "transmutación". Descubrimientos como el radio (que producía energía sin fuente) y la comprensión de que el espacio y el tiempo son maleables derrumbaron el "Templo de la Certidumbre". La materia se manifestó rica en posibilidades, y la física comenzó a estudiar experimentalmente la curvatura del espacio y la contracción del tiempo, abriendo las puertas a una realidad diferente. No obstante, los autores lamentan que la moral, la filosofía y la sociología permanecieron "aferradas a este anticuado siglo XIX".
Esta nueva apertura de la ciencia revela que el conocimiento no sigue una línea continua ascendente. El libro argumenta que los conceptos de las antiguas tradiciones y los descubrimientos de la física moderna convergen. La alquimia, por ejemplo, no es solo un sueño, sino que implica un "estado de la materia distinto", y los alquimistas del pasado pudieron haber descubierto secretos de la energía y la materia por manipulación, no solo por meditación. Los autores incluso exploran la leyenda de los Nueve Desconocidos, una sociedad secreta india dedicada a ocultar la ciencia de la naturaleza para prevenir el mal uso de la inteligencia. En una línea similar, el autor Charles Fort es elogiado por coleccionar hechos excluidos por la ciencia oficial—como lluvias de animales o aparatos extraños en el cielo—sugiriendo que la Tierra es visitada y que existen otros mundos y existencias paralelas.
Sin embargo, esta apertura a lo fantástico también conlleva peligros, ejemplificados por el nazismo, el cual es analizado como un intento de "socialismo mágico" basado en teorías delirantes como la Cosmogonía Glacial de Horbiger (que postula la lucha eterna entre el hielo y el fuego). Los líderes nazis creían en una inminente mutación biológica hacia el superhombre y en la posibilidad de contactar con "Potencias" oscuras, viendo la guerra como una lucha espiritual cósmica. Los autores contraponen esta manifestación caótica y luciferina de un "otro mundo" con la victoria de la civilización humanista, enfatizando que esta victoria se debe a la razón, aunque la propia razón victoriosa debe transformarse para volverse "contemporánea del futuro".
La conclusión central del libro es la necesidad urgente de una revolución psicológica y el paso a un "estado de alerta" o "supervigilia". Este estado de conciencia superior, explorado por místicos, yoguis, y en escuelas esotéricas como la de Gurdjieff, es visto como la única libertad que le será otorgada al hombre moderno: la de "ser otro". La hipótesis fundamental es que el cerebro humano podría funcionar en ocasiones como una "máquina analógica" (capaz de establecer conexiones ultrarrápidas y percibir la totalidad de las cosas, como el Aleph de Borges), y que las prácticas mágicas o religiosas no son más que técnicas (rudimentarias) destinadas a activar estas funciones cerebrales superiores. La búsqueda de esta hiperlucidez y el amor a lo que vive se convertirán en la principal aspiración de la Humanidad a medida que el progreso técnico libere tiempo.

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